¿Cómo se degusta
un calvados?
Viejos calvados de añada, mezclas jóvenes, en cócteles o como compañero de mesa: se impone dar algunas pautas de degustación.
Clásico
Un calvados añejo es un aguardiente que debe reservarse para un momento tranquilo o en buena compañía.
Diez, veinte, treinta años en barrica: el tiempo ha hecho su trabajo.
En la sobremesa, para prolongar una velada, muestra todo su esplendor en una copa con forma de tulipán que le permite concentrarse y revelar su irresistible plenitud y redondez, sus notas amaderadas y caramelizadas y una persistencia en boca inolvidable.
La untuosidad de un calvados excepcional sugiere infinidad de combinaciones. Déjese tentar por una teja de chocolate negro o un buen puro, para los más entendidos.
Es perfecto para acompañar los grandes cafés (Honduras, Panamá, Etiopía,…).
Hoy, muchos son los que se apropian de la tradición del « café calva », café al que se le añade calvados para aportarle sutileza y elegancia.
El calvados también puede acompañar una comida de principio a fin; unos pocos sorbos bastan para seducir al paladar y realzar muchos platos.
Un calvados VS servido helado (« frozen ») combina de maravilla con el pescado ahumado y el caviar.
Nacido entre la tierra y el mar, el calvados gusta también de las carnes como un guiso de ave, un escalope de ternera (¡a la normanda!), cerdo asado con manzana, pierna de cordero o pato a la miel.
Si hablamos de marisco, marida a la perfección con vieiras, con un bogavante azul de Chausey o con gambas flambeadas. Respecto al pescado de agua dulce, es el acompañante ideal de la trucha con almendras.
El calvados se une también a audaces combinaciones agridulces, con manzanas y peras, por supuesto, pero también con melocotones, ciruelas pasas, uvas o albaricoques.
En cuanto al postre, sus notas de pastelería combinan perfectamente con tartas de frutas, la tarta «tatin», el tiramisú y todos los pasteles a base de chocolate.
Sus aromas más francos, afrutados o florales son ideales para acompañar aperitivos y recepciones en los que se aprecia la frescura y la fuerza.
Servidos con hielo, como trago largo o como trago corto más intenso, el calvados ha encantado y seducido al mundo de la coctelería desde sus orígenes en Estados Unidos.
Ya en 1889, el Apple Toddy (calvados y manzana cocida) se menciona en el primer manual de cócteles francés publicado por un jefe de bar, Emile Lefeuvre.
Incluso hoy, su éxito es innegable.
Los mejores bartenders utilizan el calvados como componente principal de sus creaciones en bares de moda y grandes hoteles internacionales.
Esta nueva generación de mixólogos, seducida por el equilibrio entre frescura, fuerza y fruta que ofrece el calvados, se apropia de este espirituoso «muy artesanal», 100 % francés, para dar a sus cócteles un toque especial.
El «Trou Normand», originalmente conocido como «coup du milieu», se ha convertido ahora en un término genérico para designar una tradición bien establecida en Francia desde el siglo XVIII.
Durante las grandes comidas, es costumbre ofrecer a los invitados, entre dos platos principales, una pequeña copa de calvados que se bebe de un trago o se acompaña de un sorbete.
Popularizado a finales del siglo XIX por los cuentos de Maupassant o «Banquete de boda en Yport» de Albert Fourié, el propósito del «Trou Normand» era avivar el apetito de los comensales durante los banquetes. Por extensión, este término también significa un descanso que se hace durante las comidas en ocasiones especiales o celebraciones.
Esta especialidad gastronómica ha dado nombre a muchos bares y restaurantes, e incluso a una de las películas más memorables del cine francés.
En 1966, hasta se fundó una cofradía: ¡la Cofradía del Trou Normand!
El «trou normand» es lo primero que viene a la mente de muchos cuando piensan en Normandía. Ahora forma parte del patrimonio gastronómico nacional.